Por Valentina García Márquez
En un suceso ocurrido en el sector Mari López de Santiago, un hombre dominicano que había regresado a su amada República Dominicana desde los laberintos urbanos de los Estados Unidos para celebrar el sagrado Día de las Madres, encontró un destino trágico y desgarrador. Milanés Rodríguez, de 65 años, fue arrebatado de la existencia en medio de un baile mortífero de balas, cuya melodía sembró el terror en la barriada.
Las frías manos del médico legista, testigos mudos de la violencia, dictaminaron con pesar que tres proyectiles mortales disparados por un desconocido, encontraron refugio en diferentes partes de su vulnerable cuerpo, cobrándose su vida sin piedad alguna. El alma de Rodríguez se desvaneció, llevándose consigo los sueños y esperanzas de aquellos que lo conocieron y amaron.
La Policía, en su afán de justicia, trabaja arduamente para desentrañar la identidad de este verdugo sin rostro, según el portavoz de la ley en Santiago, el oficial Fernando Pérez Valerio.
El cuerpo sin vida de Rodríguez, ahora un testigo silente del horror, ha sido enviado al Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), donde aguarda los rituales de la autopsia, en busca de respuestas en los confines de la muerte. Mientras tanto, una nube oscura de luto se extiende sobre el barrio Mari López, donde los ecos de los disparos resonarán como una triste melodía en los corazones de sus habitantes.
