En un escenario de pasiones sombrías, Johanny Altagracia Rodríguez Guzmán encontró su fatídico destino a manos de su esposo, José Rosario. La violencia y los remordimientos se entrelazan en un crimen teñido de sangre y alcohol en el corazón de Santiago.
Por Valentina García Márquez
Santiago, República Dominicana – En el sector Los Prados de Santiago, anoche se tejieron los hilos fatales de una tragedia conyugal que dejaría al descubierto la amarga fragilidad del amor. Johanny Altagracia Rodríguez Guzmán, mujer de 46 años, encontró su último aliento a manos de quien juró protegerla: su esposo, José Rosario.
El informe del médico legista, describe los vestigios de brutalidad que marcaron el cuerpo de Johanny. Golpes en su cabeza y otros recónditos rincones de su ser son las huellas inequívocas de un destino trágico.
Capturado poco después de cometer el crimen, José Rosario, confesó a los periodistas las razones que lo empujaron al abismo del horror. "Ella amenazaba con matarme cuando se emborrachaba", susurró el victimario en los recintos policiales de Santiago, apenas conteniendo el peso de sus palabras.
Más, las artes del destino y el veredicto de los exámenes toxicológicos desbarataron el disfraz de la verdad. Fue Rosario quien se vio aprisionado por los efectos incontrolables del alcohol y las drogas, dominado por sombras más allá de su control.
La captura del homicida fue un último acto desesperado en el oscuro escenario de su morada. En el rincón macabro donde segó la vida de Rodríguez Guzmán, los investigadores policiales encontraron un tubo ensangrentado, testigo mudo del crimen perpetrado con saña y desesperación.
En el amargo relato de una sobrina de Joanny, se revela la antesala del infortunio. La amenaza colgaba en el aire, susurrando en los rincones ocultos de la conciencia de la víctima. Ella se negaba a reconciliarse, a devolver la esperanza a un matrimonio maldito.
