La última caminata de Lolo, el hombre que "hablaba con los taínos de Manabao"

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En Manabao, Lolo, un anciano de 95 años, desapareció en circunstancias enigmáticas, desatando rumores, búsquedas infructuosas y un aire de realismo mágico en su comunidad.

Por Valentina Garcia

Manabao, República Dominicana.– En la víspera de la Nochebuena de 2024, cuando el eco de los aguinaldos apenas resonaba en las montañas de Manabao, la figura casi mítica de José Dolores Rodríguez, conocido por todos como "El Viejo Lolo," se desvaneció sin previo aviso.

A sus 95 años, con la estampa del tiempo tallada en su rostro y el corazón ligado a la tierra de sus ancestros, su desaparición convirtió a este campesino en un enigma que trastocó la rutina del pequeño pueblo enclavado en las alturas de Jarabacoa.

Lo último que se sabe de Lolo ocurrió el viernes 20 de diciembre de 2024, cuando un vecino lo vio desandar el camino hacia su modesta casa azul, enclavada en la cima de una montaña que parece querer alcanzar el cielo.

Esa noche cenó, según cuentan, con la serenidad de quien ha visto y comprendido todo. Pero al amanecer del sábado, su hogar quedó huérfano. Dentro, su abrigo y sus botas permanecían como mudos testigos de su ausencia, mientras "Riqueza," su fiel perra, aguardaba con un ladrido desgarrador en la puerta entreabierta.

La comunidad, conmocionada, se lanzó a buscarlo. Lo hicieron con una devoción casi religiosa, recorriendo ríos, montañas y cañadas bajo el amparo de helicópteros y perros adiestrados. El eco de los esfuerzos de la Fuerza Aérea, el Ejército y los cuerpos de socorro resonó en cada rincón, pero los días pasaron y el rastro del anciano se diluyó como niebla al amanecer.

Cerca de su casa, un colchón abandonado en una cañada y el rastro de un fuego avivado en su patio sugirieron historias de despojo y olvido. En las sombras, rumores serpenteaban: que Lolo llevaba varios miles de pesos consigo; que su desaparición no fue el capricho de un anciano que perdió el rumbo, sino el eco de un designio oscuro.

Lolo, narrador de historias que cruzaban los umbrales del tiempo, alguna vez relató su encuentro con un indígena taíno en el canal de YouTube "Noticias con Kairo Alvarez". Según su versión, este le ofreció presentarle a una joven, pero Lolo, fiel a sus creencias, declinó. Aquella anécdota, como muchas de las suyas, teñía su figura con el aura de un personaje que parecía más un mito viviente que un simple hombre.

La Policía sostiene que su caso es único, aunque los murmullos insisten en que otros ancianos han desaparecido en la misma región. Mientras tanto, la casa azul de Lolo permanece cerrada, su fogón apagado, y el eco de sus pasos resuena en la memoria de quienes lo conocieron.

En Manabao, donde lo real y lo fantástico conviven en un abrazo perpetuo, la desaparición de Lolo ha tejido un nuevo capítulo en la crónica de un pueblo que, aunque pequeño, carga con el peso de historias que parecen sacadas de un sueño febril. Si Lolo sigue vivo o si se ha perdido en los pliegues del tiempo, solo el viento de las montañas lo sabe.

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