Desde los micrófonos del estadio hasta los corazones de la afición, Mendy López forjó su legado entre crónicas de swing y veneno. Su voz, inapagable, sigue resonando.
Por Valentina Garcia
Santiago de los Caballeros, República Dominicana.- Cuando Mendy López tomó el micrófono por primera vez en 1972, no lo hizo por un designio del destino, sino por la imperiosa necesidad de contar el juego como solo un pelotero podría hacerlo.
Aquella tarde en HIBI Radio, entre el bullicio de un estadio vibrante y la ausencia de un narrador, el joven Mendy, entonces jugador, pidió ser sacado del partido y ocupó la cabina sin más credenciales que su voz y su instinto. "Soy locutor y soy pelotero", proclamó, y con esa frase selló un pacto eterno con el béisbol y su afición.
Lo llamaban "El único" porque nadie, ni antes ni después, pudo replicar su estilo. No narraba, sino que contaba historias con el fervor de quien ha corrido las bases y sentido en los huesos la tensión de un lanzamiento engañoso. "Swing, abanica, fue con una que venía chorreando veneno", decía, y el público no escuchaba solo palabras, sino el eco de un beisbolista que nunca abandonó el diamante.
Su carrera pudo haber tomado otro rumbo. En 1975, Monchin Pichardo lo llevó ante los Tigres del Licey, pero al no tener una grabación de muestra, la oportunidad se esfumó como un roletazo atrapado en el guante del destino. En su lugar, debutó con los Leones del Escogido y, seis años después, llegó a las Águilas Cibaeñas, el equipo que marcaría su vida.
Narró victorias y derrotas, hazañas y tragedias, pero hubo dos momentos que nunca pudo relatar: el primer jonrón de su hijo Mendy López y el número 61. En ambas ocasiones, el destino le negó el privilegio de verlo con sus propios ojos.
“Yo viví muchas emociones, como aquel jonrón que yo nunca ví, el primer jonrón de Mendy, que Billy Berroa narró. Yo en mi casa viendo el juego, Kevin, entonces se fue la luz y puse el radio de pila, y nada más escuché cuando Billy dijo, le dio en la cara. Yo no ví el jonrón, no lo ví. Y cuando dio el jonrón número 61, estaba enfermo y tampoco pude narrarlo”, dijo en entrevista a Kevin Cabral en Reservas de la Crónica Deportiva Dominicana del Banco de Reservas.
Mendy López no solo conquistó el corazón del Cibao; su voz cruzó fronteras hasta Nicaragua y México, donde fue contratado por los Sultanes de Monterrey en 2007. A lo largo de su carrera, fue reconocido como hijo adoptivo de Santiago y miembro de la Galería de la Fama de la Región del Nordeste.
Este lunes, a los 84 años, su voz se apagó en la Clínica Unión Médica del Norte tras un accidente cerebrovascular. Fue sometido a dos cirugías y permaneció en estado reservado, mientras una nación entera contenía la respiración, esperando un milagro que nunca llegó.
Pero quienes escucharon su voz saben que Mendy López no ha muerto. Su eco sigue vibrando en cada batazo, en cada suspiro del graderío, en la memoria colectiva de un pueblo que lo hizo suyo. Y así, mientras el béisbol se siga jugando en el Cibao, "El único" seguirá narrando, desde alguna cabina invisible en el corazón del diamante.