El motorista, rey de la selva: "Calibra la vida, corre de manera veloz y ruge como un león, así es el motorista en mi bella nación"

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Por José Rafael Vargas

Posee una amalgama de malabares y acrobacias que nos hacen recordar películas como "Rápido y furioso o Nacidos para correr". Este piloto cree ser inmortal al salir, no teme a nada, pero todos le temen y al fusionarse con los demás, evoluciona como una epidemia difícil de cesar, muchos le llaman el rey de la selva.

Muestra su esencia y educación en las calles, quizás, producto de una compilación de informaciones de calidad mermada desde su infancia o la omisión de un fiel cumplimiento de las leyes de tránsito le ha permitido alimentar las irresponsabilidades y violaciones que vemos a diario. Esto, que ha ido caminando como una enredadera de hierba mala y se extiende cada día por la falta de voluntad, se resume entre luchar por endurecer las leyes a un individuo que no sabe actuar de otra manera o iniciar a reeducar la educación adquirida, lo cual es tedioso, pero no imposible.

El "guepardo sultán" es una contraparte digna también de estudiar, padece la misma incapacidad para aplicar las leyes y cuando pesca selecciona el pez a comer o lo deja volver a nadar, no vaya a ser que le salga el pez león, una piraña o la belleza de un Larimar. Esta figura procede del mismo núcleo pedagógico del rey de la selva, tal vez esto explica un accionar similar de vez en cuando, claro, la única diferencia es que poseen el poder de la ley en sus manos.

Como vemos, las calles expresan muchas veces la manera de pensar y razonar de una sociedad, de lo cual, esperar algo muy halagüeño es cuesta arriba en nuestro país, más cuando no le ofrecieron un nivel de educación y conciencia superior desde su génesis. Ahora bien, a sabiendas de que nuestra esencia, aparte de los genes, nace de las relaciones sociales, principalmente aquella que evoluciona desde nuestros orígenes, qué hacer con la fragilidad de la ley, la peligrosidad y los riesgos en nuestras calles en el presente y futuro.

Para muchos, escapar de la selva es la solución, para otros, recuperar la civilización y la utopía perdida. De aquellos que llegan a la aldea civilizada, algunos aprenden por miedo a la vara pragmática de la ley, otros, simplemente se transforman y emulan al hombre más civilizado de la vía láctea.

Convocamos a las instituciones, al estado y la sociedad en general, abogar por un plan de materia cívica desde la infancia, por un estado de derecho que provoque respeto, pero sobre todo, que quien tenga la función de hacer cumplir la ley, esté debidamente capacitado. Mientras tanto, paciencia piloto, el anhelado régimen de consecuencia algún día llegará, y surgirá de manera espontánea el razonamiento práctico que obliga al hombre a renunciar a ese estado de guerra para buscar la paz en sociedad. Paciencia piloto, paciencia. 

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