Las calles de Monterrico Primero se inundan de aguas negras, amenazando con desatar enfermedades graves. Los vecinos, impotentes ante la situación, temen un brote epidémico inminente.
Por Valentina Garcia
En las laberínticas calles de la urbanización Monterrico Primero, el agua corre libre, pero no es la frescura del río lo que inunda el ambiente, sino la pestilencia de las aguas negras. Desde la calle 2 del ensanche Espaillat hasta las arterias vitales de Monterrico Primero, las calles 5 y 12, el hedor es omnipresente, como un mar de inmundicia que ahoga el aire.
Domingo Batista, un hombre cuya voz lleva la carga de generaciones, expresa la desesperación de su comunidad. "Toda esa agua desbordada baja hacia la calle 5, llegando hasta la calle 12. Qué desastre, nadie aguanta más este hedor. Vienen muchas enfermedades", exclama con una mezcla de resignación y rabia contenida. Sus palabras resuenan como un lamento colectivo, un eco de la angustia de un pueblo atrapado en la trampa de la contaminación.
El peligro acecha en las sombras de estas aguas sucias. La amenaza de enfermedades como la Anquilostomiasis, Ascariasis y el temido Cólera se cierne sobre los residentes. Estos padecimientos, portadores de dolor y muerte, encuentran en este caldo de cultivo un lugar propicio para proliferar. La Anquilostomiasis, con sus parásitos insidiosos, promete dolores abdominales, diarreas y anemia, una combinación que, sin tratamiento, puede ser fatal. La Ascariasis, con sus larvas migratorias, amenaza con dañar órganos vitales y causar desnutrición. Y el Cólera, con su voracidad, puede llevar a la deshidratación en cuestión de horas, dejando a sus víctimas sin tiempo para reaccionar.
Las toxinas cianobacteriales, con su potencial para causar infecciones estomacales y problemas cutáneos, también se suman al siniestro desfile de peligros. La Giardiasis, la Hepatitis y la Disentería, cada una con su propia forma de devastación, acechan a los habitantes, especialmente a los más vulnerables: los niños, los ancianos y aquellos con sistemas inmunológicos debilitados.
En este rincón olvidado de Santiago Oeste, la comunidad de Monterrico Primero vive bajo la amenaza constante de un brote epidémico. La desesperación se mezcla con el miedo, y cada día que pasa sin una solución se siente como una eternidad. Las aguas negras, como un oscuro presagio, siguen su curso implacable, recordando a todos que la tragedia puede estar a la vuelta de la esquina.