En Hato del Yaque, los cuatro jinetes del salario fantasma cabalgaron sobre el polvo ancestral, y sólo dejaron huellas de "números sin alma"

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En un pueblo enclavado en el sur de Santiago, donde el polvo guarda memorias y los números carecen de alma, los jinetes burocráticos exigen tributos. Fermín Noesí desafía su cabalgata de codicia.

Por Valentina Garcia

Hato del Yaque, Santiago. RD

En Hato del Yaque, ese pedazo de tierra donde el sol derrite los secretos y el polvo rojizo de Santiago cuenta historias de caciques y conquistadores, llegaron los cuatro jinetes (vocales). No traían espadas ni coronas, sino trajes almidonados y calculadoras que tintineaban como amuletos malditos. Cabalgaban sobre el presupuesto del 2025, un pergamino de números que, según los ancianos del mercado, llevaba escrito el destino de las calles sin asfalto y las escuelas que se desmoronan como galletas de jengibre bajo la lluvia.

Fermín Noesí, director de la Junta Distrital, hombre de manos curtidas por el mármol de las actas y ojos que ven más allá de las partidas contables, los enfrentó. Él, que había logrado que hasta los basureros brillaran con dignidad bajo la lupa del Sismap Municipal, descubrió que los jinetescuatro de los cinco vocales— exigen sesenta mil pesos mensuales, un salario fantasma que, aseguraban, se les debía desde los tiempos en que el diablo aprendió a sumar. «Sus huellas son números sin alma», denunció Noesí en una rueda de prensa. "Los vocales (jinetes) perciben un salario de RD$40 mil mensual, pero quieren un aumento de 20 mil pesos", develó Noesi.

Los habitantes, esos seres que caminan con los pies en el barro y la mirada en los faroles apagados, escucharon la historia. Recordaron cómo Noesí había elevado los salarios de los obreros que desafiaban el sol con escobas y palas, de los choferes cuyos buses crujían como animales heridos. Pero los jinetes, montados en sus escritorios, repetían un mantra: «Sesenta mil o el presupuesto se lo llevará el viento». Era un chantaje antiguo, tan viejo como el río Yaque que, dicen, alguna vez fue de oro y ahora solo arrastra piedras cansadas.

Noesi explicó en una rueda de prensa que ha hecho todos los esfuerzos necesarios para que aprueben el presupuesto del 2025,

Mientras tanto, el pueblo respiraba. En la placita central, donde las guayabas caen y los niños juegan a perseguir lagartijas, los vendedores comentaban entre dientes: «Esos jinetes no son de carne y hueso, son sombras que se alimentan de ceros en los balances». Fermín, testarudo como la ceiba que da sombra al ayuntamiento, se negó a pactar con fantasmas. «Aquí no se negocia con ecos», declaró, mostrando informes que brillaban como espejos bajo el sol, pruebas de que Hato del Yaque había florecido sin trucos numéricos.

Al caer la tarde, cuando las gallinas se refugiaban bajo los almendros y el olor a sancocho se mezclaba con el rumor de la discordia, los jinetes (vocales) seguían cabalgando en sus cifras. Pero el pueblo, heredero de una terquedad que sobrevive a huracanes y sequías, comenzó a murmurar. Sabían que, en este rincón del mundo donde hasta los números tienen sombra, la verdadera batalla no era contra fantasmas, sino contra el olvido. Y Fermín Noesí, con su obstinación de héroe sin capa, seguía allí: contando monedas, plantando árboles y desafiando a los jinetes a que mostraran, al menos, el brillo de un sudor honesto.


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