Un colapso en el arzobispado de Santiago dejó varios heridos, entre ellos dominicanos y haitianos, durante trabajos de remodelación. Las voces del caos se mezclaron con rezos.
Por Valentina Garcia
Santiago, República Dominicana.-En el corazón de Santiago de los Caballeros, donde el tiempo parece detenerse entre los vitrales centenarios y los murmullos del rosario, un estruendo irrumpió la calma sagrada. Fue la mañana de este miércoles cuando el destino quiso escribir otro capítulo en los muros del arzobispado.
El derrumbe llegó sin aviso, como un trueno en un cielo despejado. Los escombros se desplomaron en la vicaría de la pastoral, un espacio consagrado donde las plegarias suelen viajar en silencio hacia el Altísimo. Allí, en medio del polvo y los gritos, yacían varios obreros heridos, testigos involuntarios de la fragilidad humana frente a la piedra que siempre creyeron firme.
Los primeros en llegar al lugar fueron los hombres del Cuerpo de Bomberos, quienes, con una mezcla de urgencia y resignación, iniciaron la labor de rescate. Les siguieron miembros de Protección Civil, cuya experiencia en desastres parecía pequeña ante la magnitud del infortunio. Según informó el periodista Apolinar Ramos, director del periódico católico Camino, los lesionados eran dominicanos y haitianos, hombres cuyos destinos se cruzaron en la reconstrucción de un lugar que ahora pedía ser rescatado a sí mismo.
"Una pared colapsó de repente", narró uno de los testigos con ojos todavía empañados por el polvo. La tragedia no hizo distinciones: las manos que buscaban sustento quedaron atrapadas bajo los mismos escombros que pretendían renovar.
El obispo auxiliar de la arquidiócesis, monseñor Carlos Tomás Morel Diplán, enfrentó las cámaras con una serenidad que parecía un acto de fe. Informó que los trabajadores heridos habían sido contratados por una empresa privada, como si con esa aclaración pudiera despejar alguna sombra de culpa que se cerniera sobre los umbrales de la iglesia.
Mientras las ambulancias se alejaban con su coro de sirenas, quedaba en el aire un eco de incertidumbre. ¿Cuánto pesa la historia que cargan las paredes de un lugar santo? ¿Y qué sucede cuando esa carga se convierte en ruina?
Mientras avanzaba la mañana, entre los murmullos de las plegarias y el crujir de los ladrillos caídos, Santiago parecía preguntarse si el derrumbe no era solo una grieta en la piedra, sino también un aviso de las fracturas invisibles que habitan en todos nosotros.