El ataque armado, ocurrido este domingo, con un muerto y un secuestro, rompe décadas de calma rural y despierta un temor inédito en Monción.
Por John Santos
Reportando desde Monción
MONCIÓN, República Dominicana — Era un día de labores cotidianas en la finca de Diomedes Sánchez cuando la tranquilidad se rompió por el ruido seco de los disparos. Vecinos que vieron a lo lejos a hombres correr hacia un vehículo blanco aún hablan con incredulidad; otros recuerdan haber visto a varias personas atadas, inmóviles, en el patio de la propiedad.
Sánchez, propietario de la finca, murió en el ataque. Los relatos preliminares coinciden en que los agresores actuaron con rapidez y organización: llegaron, dispararon y se llevaron a un hombre clave en la vida jurídica y mediática local, el abogado y periodista Luis José Rodríguez Tejada. Antes de que su teléfono quedara en silencio, Rodríguez Tejada alcanzó a llamar a su hermano, residente en Estados Unidos: “Me atacaron a tiros y secuestraron”. Esa última comunicación ha sido, hasta ahora, la única ventana sobre su paradero.
En las horas siguientes, la escena se transformó: la finca se convirtió en un centro de preguntas y miradas, mientras familiares y allegados se agrupaban, esperando cualquier novedad. “No hay palabras para esto”, dijo una vecina que prefirió no identificarse. “Aquí vivimos del trabajo de la tierra; nunca imaginamos algo así”.
Las autoridades policiales y judiciales desplegaron un operativo de búsqueda que, según fuentes locales, incluye patrullajes en caminos vecinales y verificaciones en puestos cercanos. Hasta el momento no hay detenciones, y el móvil del ataque —si fue un ajuste de cuentas, un robo que salió mal o un acto con otra intención— permanece sin confirmar.
Para Monción, un municipio donde las noticias suelen hablar de cosechas, ferias y vecindarios que se conocen por nombre, el episodio supone un choque que obliga a mirar a la violencia con una urgencia nueva. Habitantes y líderes comunitarios exigen respuestas rápidas: piden seguridad, investigación y la recuperación con vida de Rodríguez Tejada.
Mientras la tarde cae y las linternas comienzan a recorrer caminos de tierra, la finca de Diomedes Sánchez sigue custodiada por el silencio de quienes están pendientes de una llamada, una señal, cualquier indicio que permita cerrar un capítulo que, por ahora, solo suma preguntas y dolor.
