Una mañana funesta en Villa Los Almácigos: el último acto de amor y violencia

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Odontóloga Miledys Carrasco y Felix Antonio Vargas Nuñez

La vida y muerte de la odontóloga Miledis Carrasco y Félix Vargas, un drama de pasiones desenfrenadas y tragedias familiares en la apacible comarca de Santiago Rodríguez.

Por Valentina Garcia

Era una mañana diáfana, de esas que pintan los cielos de Villa Los Almácigos con un azul tan limpio que parece irreal, cuando la tragedia, con su rostro implacable y su aliento frío, decidió instalarse en el municipio de Santiago Rodríguez. Félix Vargas, un hombre consumido por la furia y el despecho, se convirtió en el protagonista de un drama que parecía sacado de los relatos más sombríos de nuestra tierra.

Todo comenzó cuando la doctora Miledis Carrasco, una mujer cuyo don para sanar sonrisas era conocido en toda la comarca, se dirigía con su hija a su trabajo en el hospital público del municipio de Partido, en Dajabón. El camino que tantas veces recorrió, se transformó en una senda de perdición cuando Félix, su exesposo, irrumpió en su destino con la determinación de un alma en pena. Sin previo aviso, atravesó su vehículo frente al de ella y, con una precisión escalofriante, disparó repetidas veces, sellando el trágico destino de Miledis bajo el resonar de las balas.

La niña, testigo inocente de la tragedia, contempló a su madre moribunda y ensangrentada con ojos incrédulos. Desesperada, descendió del vehículo y se lanzó a correr sin destino fijo, clamando por auxilio en medio de un mundo que de pronto se tornaba indiferente. En su frenesí, golpeó la ventanilla de un coche que pasaba, implorando con la angustia de quien ve la vida escapar. Pero su súplica se perdió en la insensibilidad del conductor, quien siguió su camino, ajeno al drama que se desplegaba como una sombra lúgubre en aquel amanecer funesto.

Mientras tanto, no satisfecho con el dolor infligido, Félix, como un espectro de la fatalidad, se dirigió a la comunidad de Las Lanas. Allí, su furia encontró otro blanco: su propio tío, Victor Vargas, conocido entre los suyos como Capacho. Sin compasión ni remordimiento, le disparó, dejándolo gravemente herido y ampliando la estela de horror que lo acompañaba.

El fin de este episodio de sangre llegó cuando Félix, ya convertido en un fugitivo del destino, encontró su propia muerte en un intercambio de disparos con los agentes de la Dirección Central de Investigación (DICRIM). La muerte, que había sido su compañera fiel aquella mañana, no lo abandonó hasta el último respiro, entregándolo al juicio inapelable del silencio.

Villa Los Almácigos, un pueblo que hasta entonces había vivido en la calma provinciana de las pequeñas alegrías y las cotidianas tristezas, quedó marcado por esta tragedia. La imagen de la niña huérfana, testigo impotente de la locura de su padre, se convirtió en el símbolo doloroso de una historia que no será fácil de olvidar.

Victor, luchando entre la vida y la muerte, lleva consigo el eco de los disparos y el peso de una familia desgarrada por dentro.Y la memoria de Miledis Carrasco, la odontóloga que iluminó tantas vidas con su sonrisa, quedará grabada en el corazón de su pueblo como un aviso de la fragilidad de la felicidad y la omnipresencia del dolor.

Así, en Villa Los Almácigos, la vida sigue su curso, entre murmullos y oraciones, esperando que el viento se lleve el sabor amargo de una mañana que nunca debió existir, en un rincón del mundo donde el surrealismo a veces se convierte en la más cruda de las realidades.

Félix Vargas

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