Este 21 de octubre del 2022 se conmemoraría el nacimiento de Ulises Hilarión Heureaux Lebert, un militar íntegro, experto en estrategias militares, pero con una exuberante capacidad para la visión de estadista.
Cumplidor a carta cabal de sus promesas políticas, fue precursor del desarrollo tecnológico de la República Dominicana, con algunas faltas éticas que, de repente, lo alejó del patricio de nuestra Segunda República, General Gregorio Luperón.
A nadie con dos dedos de frente se le antojaría decir que es un sacrilegio exhumar de un sepulcro de una catedral, los restos mortales de alguien a quien la historia misma cataloga como un ser que vivió en la ignominia, quien propició una invasión de una potencia militar-económica, por causa de endeudamiento de la soberanía.
Difícil es aprobar que tales afirmaciones puedan, lúgubremente, ser aceptadas por el ente social, que es el pueblo, religioso o no. 123 años cumplió la víspera el fallecimiento de Ulises Hilarión Heureaux Lebert, cuando fue ajusticiado en la postrimería de su apogeo de líder libertario, el 26 de Julio del 1899, en la ciudad de Moca, provincia Espaillat. Ciudad catalogada por los dominicanos como sepulcro de los tiranos.
Los restos mortales de Ulises Hilarión Heureaux Lebert descansan cual ignorancia, en el lar católico preferente de la feligresía de Santiago, pues, así también se llama el suelo sagrado, Catedral Santiago el Mayor, cuyo patrón es Santiago.
Pero lo curioso es, que a sabiendas del rastro histórico y su lastre social, Ulises Hilarión Heureaux Lebert fue exhumado para hacer arreglos en dicho recinto religioso , concluidos dichos trabajos, inhumados cual rosal desplantado para replantarlo, así, como si nada.
Cual similitud con los restos eternos de Pedro Santana en el Panteón Nacional. Solo eso nos faltaría. Que exhuman de nuevo a Lilís para depositarlo al lado de nuestros patricios. La gota que se eleva sobre el borde del vaso.