Por Pedro de la Cruz. Con nuestra experiencia de 38 años trabajando con las comunidades, tenemos la suficiente base para opinar sobre el servicio comunitario el don de hacer el bien común sin recibir ningún beneficio particular. Se dice que debemos de llevarlo en la sangre, es similar a un apostolado, poder decir soy un comunitario, es una palabra mayor, más aún dado el tiempo que estamos viviendo donde lo material prima sobre lo espiritual.
“El servicio comunitario es un servicio donado, o actividad que es hecha por alguien o por un grupo de personas para beneficio del público o sus instituciones”, fuente Wikipedia.
Lograr integrar a los vecinos a las instituciones comunitarias es
buscar agujas en un pajar. Se han perdido los principios y valores que
conlleva esta tarea. Más aún, en tiempos electorales cuando muchos se ponen el disfraz de comunitarios buscando fines políticos partidistas y ventajas personales.
En los comunitarios hay todo tipo de personas, con doble
moral, egocéntricas, altruistas, envidiosos, oportunistas, chismosos y
otros.
Esta tarea en nuestro país se hace cuesta arriba por la falta de
instituciones que hagan el rol que les corresponde: luchar por
defender los derechos de las comunidades, que es como nadar
contracorriente, invertir 100 % para obtener un 30%, por eso muchos
claudican antes esas retrancas.
Nosotros tenemos la fiel convicción de que hemos dejado solos a los
políticos partidistas, dejándonos gobernar por personas sin la mínima
capacidad para dirigir, mucho menos para gobernar.
Si todos los que nos sentimos comprometidos con el bien colectivo
hacemos una unidad monolítica, podríamos tener un verdadero poder
social de manera que podamos ser el contrapeso de todos los desastres que hacen nuestros dirigentes y gobernantes.