La violencia: un despropósito materializado

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La violencia, es la manifestación más imperdonable de la insensatez. Lamentablemente, todos, de un modo u otro, nos hemos dejado llevar por la ira y hemos actuado de forma irracional, yendo en contra de nuestra propia condición de seres civilizados y perjudicando evidentemente a nuestros semejantes.

La violencia es el instrumento que utilizan las personas mezquinas para imponer su voluntad. Estas personas buscan ser aceptadas y apreciadas, pero no aprenden a vivir y dejar vivir. No aceptan y, a veces, no comprenden la realidad de una ruptura, una relación disfuncional, una negación o una ofensa. Optan por la ira como único camino y consuman su inconformidad de forma terrible, generalmente por cobardía. Eligen agredir a aquellos que menos pueden defenderse, como niños, mujeres, ancianos, minusválidos e incluso animales domésticos.

La violencia suele manifestarse donde existe una debilidad psicológica, tanto en el agresor como en la víctima. Sus secuelas amargas, traumáticas e indelebles no tienen justificación posible, y las razones o sinrazones que las provocan son indudablemente negativas: la ignorancia, la marginalidad, los celos, la infidelidad, el alcoholismo, el machismo, el egoísmo, la incomprensión, la drogadicción, la impulsividad, la incomunicación y el fanatismo.

Toda acción negativa conduce a una reacción inconsciente, y toda reacción proveniente de dicha acción es, por lo general, un desencadenante seguro de las sombras que ocultamos en silencio, de nuestras debilidades, frustraciones e insatisfacciones más profundas.

La irracionalidad tiene raíces más oscuras que la noche y su existencia proviene en gran parte de la ignorancia y la permisividad familiar. Una persona impulsiva está llena de prejuicios y, por ende, tiene una mentalidad débil y vacilante. Los males con los que ha crecido y las virtudes que le han negado debido a la falta de corrección lo hacen altamente vulnerable a perder el control.

Un verdadero ser humano, que conoce los altibajos de su propia naturaleza, no tiende a maximizar las circunstancias adversas. No es obsesivo, no discrimina ni se comporta de forma imprudente. Simplemente lucha con persistencia por mejorar lo que es, porque lo demás es una lucha por metas transitorias que son necesarias sólo hasta cierto punto, ya que con el tiempo todo va perdiendo nivel de aceptación e importancia.

La violencia se manifiesta de diversas formas, sin embargo, todas parten del mal uso de nuestro libre albedrío.

La falta de control interno no sólo nos impide asimilar la realidad de un acontecimiento o de una decisión ajena a la nuestra, sino que también nos roba la posibilidad de superar los deseos, los temores, los recelos, las inseguridades y los arrebatos que nos conducen gradualmente a un estado de comportamiento salvaje, primitivo e inaceptable. Un despropósito materializado.

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