La delincuencia es solamente fruto del deterioro social en que estamos viviendo

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Jordi Veras. El autor es abogado.

Lo que hemos estado experimentado como país en los últimos años respecto a la delincuencia es solamente fruto del deterioro social en que estamos viviendo.

Como fenómeno la delincuencia, es la consecuencia de factores como: la pobreza; la desigualdad; el desempleo; la falta de oportunidades; el hacinamiento; entre otros. Mientras no se atacan esos elementos, él mismo seguirá creciendo en la medida en que éstos se van agravando.

En el caso de República Dominicana, se le ha dicho a este pueblo por años que su delincuencia se puede resolver a través del cambio de mando y luego, de que tan sólo con reformar la institución policial. Pero olvidamos, que aquello que genera ese fenómeno, no es si la policía es buena o mala, per se, es si dentro de un sistema, no sea la única quien esté posiblemente corrompido. Y ese es el asunto dominicano, existe una descomposición social, y por ende, es un problema sistémico y que no se está atacando el problema desde sus raíces, sino en las ramas. O más bien, se busca la “fiebre en las sábanas” y no en el enfermo como tal.

Hace poco, leímos un editorial sin desperdicio alguno, en el periódico Hoy, de la semana pasada, titulado: “Miremos la raíz de la violencia y la delincuencia”. En algunos de sus párrafos el mismo hacía el siguiente análisis:

“Los políticos suelen ser personas inteligentes y conocedoras del alma humana, pero suelen equivocarse y persistir en sus errores. Aquí hemos tenido planes contra la violencia y la delincuencia en los últimos 30 años, pero todos, absolutamente todos, han fracasado de manera estrepitosa. Y la violencia sigue ahí; la delincuencia sigue ahí, cada vez más amplia, cada vez más extendida en nuevos territorios; cada vez más cruel, más sádica, más estremecedora. Se han gastado millones y millones de pesos y los expertos de aquí y de allá han desfilado como muchachas en pasarelas, sin lograr resolver nada”.

Continúa diciendo: “ La República Dominicana es una de las sociedades con mayores abismos entre los que tienen y los que no tienen nada. El PIB crece y los centros de riqueza aumentan y se solazan y las élites disfrutan sus patrimonios, mientras aumenta la migración de dominicanos, mientras crece la economía informal, mientras la droga se expande como tránsito, como almacén y como mercado de consumo. Los barrios se llenan de pobres en educación y en ingresos. Son perdedores del progreso, son hombres y mujeres, ancianos y adolescentes que se refugian en lo que esté a su alcance. Mientras la República Dominicana no rompa con la desigualdad, con la pobreza, con la exclusión económica, hasta que los gobernantes se den cuenta de que en los barrios, habitados por millones de dominicanos, necesitan de todo para vivir con un mínimo de decencia y que el progreso del PIB debe alcanzar para todos, mientras no se den cuenta de eso, repetimos, la violencia y la delincuencia seguirán levantando la cabeza, cada vez con más sadismo”.

Entonces, son muchas las cosas que se han hecho para querer derrotar la delincuencia y quieren solamente buscarla en la Reforma de la policía, y si bien se requiere, y podría ser tema de otro escrito, no es lo que genera la misma, sino que es parte del problema. Mientras los políticos no le digan a este país la realidad y dejar de gastar millonadas en planes que se venden muy caros con diversas denominaciones como: Barrio Seguro y otros más, seguiremos solamente pasándole un paño a la suciedad que nos arropa.

En vez de atacar lo que la genera como tal, y para esto, deben quitarle el velo a la podredumbre qué hay debajo, como los factores ya mencionados, pero eso sería dejar de gobernar en todo ámbito, para los pocos y comenzar hacerlo para los muchos, como ha debido hacerse hace más cuarenta años. Pero mientras eso no se haga, seguiremos mintiéndole al “familiar o doliente”, que es el pueblo, de que su problema está en las sabanas y no en el cuerpo que está tendido en la cama, pero que está mal atendido y supervisado, por quienes han sido sus médicos, enfermeras y enfermeros, de cabecera. Así de simple.

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