Una lección con un tarro, piedras, arena y agua enseña a ejecutivos la importancia de priorizar las "piedras grandes" en la vida: lo esencial como la familia, la salud y los valores, antes que las nimiedades.
Por Rafael Baldayac
Un día, un profesor fue invitado a dar una charla sobre gestión eficaz del tiempo a un grupo de quince ejecutivos de importantes empresas estadounidenses. Frente a este selecto auditorio, los observó atentamente y propuso un experimento.
Sacó de debajo de la mesa un tarro de cristal de gran tamaño y lo colocó frente a él. Luego, extrajo una caja llena de piedras grandes, del tamaño de pelotas de béisbol, y las depositó cuidadosamente, una a una, dentro del tarro. Cuando este se llenó hasta el borde, sin que cupiera una piedra más, preguntó: "¿Les parece que el tarro está lleno?".
Todos respondieron afirmativamente. Tras una breve pausa, insistió: "¿Están seguros?". Se agachó de nuevo y sacó un recipiente con piedrecillas. Con delicadeza, las vertió sobre las piedras grandes y agitó suavemente el tarro. Las piedrecillas se filtraron entre los espacios, llegando hasta el fondo.
Volvió a mirar a su audiencia y repitió la pregunta: "¿Les parece que el tarro está lleno?". Esta vez, los ejecutivos comenzaron a comprender. Uno de ellos respondió: "Probablemente no". "Bien", contestó el profesor.
Se agachó por tercera vez y sacó una bolsa de arena. Con cuidado, la vertió en el tarro. La arena rellenó los huecos restantes entre las piedras. Una vez más, preguntó: "¿Les parece que el tarro está lleno?".
Esta vez, sin dudarlo, respondieron al unísono: "¡No!". "¡Bien!", exclamó el profesor. Tomó una botella de agua que había sobre la mesa y llenó el tarro hasta el tope.
"¿Qué gran verdad nos enseña esta experiencia?", preguntó. El más osado, pensando en la gestión del tiempo, respondió: "Demuestra que, incluso con una agenda llena, siempre se puede añadir algo más".
"No", corrigió el profesor. "La gran verdad es que, si no se colocan las piedras grandes primero, jamás podrán entrar después".
Luego preguntó: "¿Cuáles son las piedras grandes en sus vidas? ¿Dios? ¿Su salud? ¿Su familia? ¿Sus amigos? ¿Sus sueños? ¿Hacer lo que aman? ¿Aprender? ¿Defender una causa?".
La clave está en priorizar esas "piedras grandes" en la agenda. Si se da prioridad a miles de pequeñas cosas, la vida se llenará de trivialidades y nunca habrá tiempo para lo verdaderamente importante.
Pregúntense: "¿Cuáles son mis piedras grandes?" y colóquenlas en primer lugar. Si les preguntara: ¿Quién o qué tiene el primer lugar en su vida?, seguramente responderían: Dios.
Ciertamente, Dios debe ser la máxima prioridad. “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:31-34).
Surge entonces una segunda pregunta: Si Dios es la prioridad, ¿cuánto tiempo invierten en oír, leer, estudiar, meditar y memorizar su palabra?
"¡Primero el Reino!" es un mensaje universal. Para cristianos, judíos, musulmanes, budistas, hindúes, ateos, agnósticos, científicos, teólogos y filósofos. Para todos.
Todos deseamos vivir nuestros sueños y alcanzar nuestro máximo potencial. El plan es priorizar "El Reino de Dios" en nuestra agenda.
¿Por qué "¡Primero el Reino!" es tan trascendente? Porque nos enseña a vivir con convicción y propósito, permitiéndonos conocer las claves de una rica vida espiritual.