En sus propuestas para la consolidación de una sociedad y un Estado basados en sus mejores valores y los cambios necesarios para alcanzar niveles más altos de desarrollo y paz social, el Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD) contempla que este objetivo requiere de las madres una nueva visión y forma de pensar que se adapte a las realidades de los nuevos tiempos. Esto es con el fin de proporcionar a las familias y otras instituciones, junto con sus miembros, las herramientas necesarias para enfrentar eficientemente sus desafíos y dificultades.
El CRD propone que las madres, en su sagrado papel de ser madres y cabezas de familia, redefinan sus delicados roles sociales y se esfuercen por adquirir un mayor grado de conciencia y poder. Con ello, podrán contribuir a inmunizar a sus hijos ante los preocupantes niveles de pérdida de valores y conductas que causan el aumento incontrolable de la corrupción y otros males que actualmente invaden a la sociedad y al Estado.
Al mismo tiempo, el Consejo visualiza que es necesario que las madres se involucren en un trabajo constante de saneamiento y transformación, para contribuir a que sus hijos puedan convivir y desarrollarse en ambientes impregnados de altos niveles de moralidad y un arraigado amor en búsqueda de la prevalencia de los intereses colectivos. Esto ayudará a crear las bases que sirvan de sustento para la paz y el bienestar que se reclama y se desea para todos los estratos sociales.
El CRD establece como estructuras imprescindibles estas directrices, al valorar que las mujeres que Dios ha bendecido con el don de la procreación deben lograr, a través de su autoridad, amor y experiencia, guiar a sus hijos hacia la práctica innegociable de la honestidad, la responsabilidad y el estricto cumplimiento de sus deberes hacia la sociedad. Esto contribuirá a fortalecer la solidez institucional y mejorar los entornos en los que nos desenvolvemos.
Estas metas propuestas por el CRD ponderan su sustentabilidad y sus impactos positivos tanto en el presente como en el futuro inmediato. Se reconoce que es fundamental en nuestros tiempos que el papel de las madres vaya más allá de alimentar, cuidar y dar una profesión a sus hijos. Su labor debe tener como objetivo esencial prepararlos para vivir sin corromperse, para que sean hombres y mujeres de bien, ejemplos de dignidad y civismo.
Asimismo, el Consejo considera prioritario que las madres se propongan estos objetivos y los lleven a cabo, eliminando la negligencia, la inercia y la irresponsabilidad en su accionar social. Deben tomar un rumbo que les permita hacer prevalecer los valores morales y la vocación de bien, en busca de la consolidación de la sanidad social y el desarrollo sostenible.
En estos tiempos en los que tantos males atentan contra la integridad de nuestras familias y de la sociedad en su conjunto, corresponde a las madres desempeñar el papel vital de ser el soporte moral de las mismas y del Estado que las rige. Esto implica su participación activa y decidida no solo en la vigilancia y educación de sus hijos, sino también en la dirección y orientación de los organismos estatales y las entidades políticas y sociales.
Es prioritario que nuestras madres comprendan como tarea fundamental la conducción y supervisión de las decisiones en el ámbito de los diferentes estamentos públicos y privados. Deben dejar de ser simples espectadoras para convertirse en las principales actoras dentro de las iniciativas y ejecutorias sociopolíticas. De esta manera, nos encaminaremos hacia la construcción de entornos que garanticen a todos por igual la paz que merecemos, transformando en una realidad palpable el bienestar integral y el desarrollo sostenible.
Dicho cometido es asumido por el CRD, entendiendo que nuestra sociedad necesita abrazarse a sus valores más puros y sanos, utilizando a las madres como columnas fundamentales. Les corresponde llenarse de valor, fuerza y templanza para asumir tareas y responsabilidades que vayan más allá de su rol actual en el hogar o en el mero empleo para el sustento de su núcleo familiar. Deben ocupar el lugar protagónico que se les reclama, destinado a sacar a las familias de su desintegración y para erradicar los lamentables grados de pobreza y atraso social que afectan a la población nacional.
El CRD sugiere a las madres que, como eje esencial de lo antes expuesto, asuman como mentoras y guías de sus hijos la responsabilidad de marcar y orientar las metas y objetivos que estos deben alcanzar. De esta manera, se bloqueará el acelerado proceso de caída de los valores morales, que genera el crecimiento de la delincuencia en todos los estratos sociales.
Este proceso exige a las madres cuestionarse y procurar un comportamiento que les permita entender que, si bien es necesario vacunar a sus hijos para protegerlos de las enfermedades físicas, es mucho más relevante vacunarlos contra las enfermedades sociales, ya que son las más peligrosas. Estas enfermedades pueden no destruir el cuerpo, pero corroen la mente y el alma de los seres humanos.
Por tanto, corresponde a las madres tomar con firmeza el control del saneamiento moral y guiar a sus hijos por ese camino sin vacilaciones. Deben inculcar y concientizar a sus hijos que es preferible vivir humildemente pero con la satisfacción de ser honestos. Esta virtud resulta más beneficiosa que poseer fortunas provenientes de actividades dudosas. No serviría de nada tener riquezas mal adquiridas cuando la sociedad y Dios nos señalan como personas indignas.
Dentro de estos cometidos esenciales, el Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD) considera que si todas las madres cumplen con las tareas y metas requeridas, guiando a sus hijos por el camino de la estricta práctica de la honestidad, la responsabilidad y el cumplimiento de sus deberes hacia la sociedad, construiremos una nación triunfante y luminosa. Esto ha sido abogado por grandiosas mujeres de nuestra historia en sus luchas y sacrificios, impulsadas por su profundo amor a la patria y a sus familias.
Por Guillermina Altagracia Marizàn Santana, directora de la Comisión de Género del Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD) y Cristiana Rodríguez de Alba, directora de la Comisión de Desarrollo de las familias del CRD.