El afán de protagonismo revela una necesidad insaciable de reconocimiento que afecta a diversas figuras sociales, quienes buscan destacar y usurpar espacios, ignorando límites y consecuencias.
Por Nicolás Arroyo Ramos
El afán de protagonismo patológico evidencia un vacío existencial en quienes lo padecen. Frecuente entre figuras de la comunicación, política, educación, salud, negocios, comercio, derecho, deportes, arte, cultura, e incluso en algunas religiones, esta actitud se extiende por diferentes ámbitos y ciudades, como Moca, Santiago, La Vega, Salcedo, Santo Domingo y Nueva York.
Quienes padecen este desmedido afán por destacar y usurpar escenarios ajenos son fácilmente reconocibles en los eventos sociales, laborales y empresariales, donde buscan llamar la atención y capitalizar la situación a toda costa, sin importar a quién perjudican. Se autoproclaman representantes de clases o sectores que no les han otorgado ningún reconocimiento legítimo, alimentando su imagen en una constante búsqueda de aceptación.
A menudo, estos protagonistas emergen motivados por sentimientos de culpa y una necesidad de redención ante una sociedad que aún no les perdona ciertos errores. Esta búsqueda de protagonismo no solo afecta su vida, sino que también interfiere en el tejido social, llevándolos a "pescar en río revuelto" en un intento desesperado de llenar un vacío que la fama o el poder no pueden satisfacer.