Por Lincoln López
Virgilio Martínez Reyna (1885-1930) es recordado por su trágico asesinato junto a su esposa embarazada, Altagracia Almánzar, la noche del 1 de junio de 1930 en su residencia veraniega de San José de las Matas. Ambos fueron ultimados a balazos y con armas blancas por desconocidos, en un crimen atribuido a persecuciones políticas. Este hecho, según Joaquín Balaguer, marcó el inicio del “terrorismo político de la Era de Trujillo”.
En un esclarecedor ensayo, el escritor Reynaldo R. Pimentel afirma que Martínez Reyna era “el líder más prominente del horacismo en Santiago y el Cibao” para esa época. Ocupó el cargo de Secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública, y fue también un destacado orador, filántropo, maestro, periodista y poeta. Su producción poética fue recogida parcialmente en su único libro, Nelumbos (1928), mientras muchos otros versos quedaron dispersos en periódicos de la época.
Por ello, es de gran relevancia para la literatura dominicana el rescate realizado por el Dr. Piero Espinal Estévez (1974), quien recopiló y organizó los poemas dispersos de Martínez Reyna —publicados en El Iris, El Diario, La Información— y, con el patrocinio de la Cooperativa San José, los integró en un solo volumen titulado Virgilio Martínez Reyna. Antología Poética, que fue donado al pueblo.
El libro incluye una semblanza del autor escrita por José Ulises Franco (1909-1997), y está dividido en dos partes: el poemario Nelumbos, con un prefacio del intelectual hostosiano Ramón Emilio Jiménez (1886-1970), y una segunda sección con 51 poemas recuperados.
Jiménez, miembro fundador de la Academia Dominicana de la Historia y autor de La Patria en la canción, escribió en el prefacio: “Virgilio Martínez Reyna es un poeta inspirado… Su bellísimo soneto ‘Aquel pañuelo blanco’ es de lo mejor que hay en el libro… Villaespesa y Rueda, lo mismo que Chocano, no sentirían escrúpulos de ponerlo al lado de los suyos. Todo en él es sonoro: las expresiones sencillas y espontáneas, los términos hábilmente colocados”.
Primera estrofa del poema “Aquel pañuelo blanco”:
Aquel pañuelo blanco que me diste
la noche que, de amor te hablé al oído,
es el amigo que en la ausencia triste
mi llanto inagotable ha recogido.





