Lo peor que puede pasarle a la sociedad dominicana es el olvido. Cualquier dificultad, amenaza o debilitamiento institucional que complique su normal desenvolvimiento o desarrollo se compensará con la dinámica misma de un pueblo al que nunca le faltó el sacrificio de sus hombres y mujeres cuando las circunstancias lo han exigido. El legado de nuestros héroes y mártires será suficiente para seguir adelante, aún en las peores circunstancias políticas, económicas o sociales.
Nuestra historia está cargada de ejemplos por los cuatro costados, en la que hombres y mujeres han superado los desafíos de la naturaleza, de tiranos asesinos y de los imperios más poderosos del mundo en su momento. Siempre los hemos superado como sociedad y hemos salido adelante.
Ningún otro pueblo de América Latina, para quedarnos en el contexto social más inmediato y que más nos identifica, ha superado tantas pruebas ni derrotado a tantos imperios como el pueblo dominicano.
Desde los tiempos de la colonia, cuando se comenzó a forjar la materia prima (mezcla racial de aborígenes, negros africanos y blancos europeos) que define al dominicano, se formó ese amor por la libertad y la justicia que se ha prolongado en el tiempo.
Esa línea genealógica que define al dominicano viene del coraje de Enriquillo y los negros que se levantaron en condiciones muy desiguales contra la esclavitud, el genocidio racial y cultural de los colonizadores. También estuvo la denuncia de los españoles que prefirieron sacrificar su comodidad y privilegios para denunciar el genocidio y el abuso.
Mientras esa cantera de hombres forjados en el compromiso de la libertad y la justicia se enfrentó a los poderosos imperios de la Europa de la época hasta forjar los cimientos de la nación que representamos.
Españoles, franceses, ingleses y otros, pasaron el filo de los machetes, las espadas criollas o por las flechas y lanzas de los nuestros. Cuando nuestros vecinos quisieron pasarse de listos sufrieron las mismas consecuencias hasta convencerse de la determinación plena de ser un pueblo libre e independiente.
Españoles, franceses, ingleses, haitianos y norteamericanos probaron esa determinación a lo largo de la historia y de la mano de diferentes hombres y mujeres. Por igual la padecieron traidores y tiranos como Pedro Santana, Buena Ventura Báez, Ulises Heureaux, Rafael Leónidas Trujillo, otros, para solo citar unos cuantos.
Los ejemplos de un pueblo que resurge de sí mismo sobran a lo largo de la historia pese a las circunstancias desiguales que enfrentaron. Las guerras de independencia contra Haití y la Restauradora contra la anexión a España, así como el enfrentamiento firme a las dos intervenciones militares norteamericanas del 1916 a 1924 y posteriormente, en 1965, lo demuestran.
No olvidemos que si bien la dictadura Trujillo se prolongó basándose en la muerte y el terror por 30 años, no menos cierto es que siempre tuvo que enfrentar a nuestros valientes jóvenes pese a que ellos supieron que levantarse era una condena de tortura y muerte.
En ese contexto es que encontramos el sacrificio y el ejemplo de jóvenes como Wenceslao Guillén Gómez (Wen Guillén) y los Panfleteros, quienes con escasos medios enfrentaron la brutal dictadura.
Más adelante podemos encontrar ejemplos a montones en Manolo Tavárez, Justo en Las Manaclas, Los Palmeros de Amaury Germán, en Caracoles con Francisco Alberto Caamaño Deñó en los miles de jóvenes que sobrevivieron en la lucha desigual o caídos antes y posteriormente a estos acontecimientos.
No tenemos la menor duda de ese coraje que ha acompañado históricamente a los hombres y mujeres de nuestro pueblo, cada uno en su momento, pero a nosotros nos corresponde el rescate de sus memorias y evitar que sus hazañas y sacrificios caigan en el olvido porque si esto ocurre así caerá nuestro pueblo.
Valoramos profundamente este esfuerzo para perpetuar en las presentes y futuras generaciones de dominicanos el valor de jóvenes como Wen Guillén y Los Panfleteros.
Su memoria y sus acciones en la lucha antitrujillista no pueden quedar en el anonimato porque ese es el material que forja la determinación de nuestro pueblo para evitar episodios tan denigrante como fue la Era de Trujillo y para volver a enfrentarle con similar valentía si ocurriera de nuevo. Ponderamos la iniciativa y el esfuerzo del doctor Negro Veras para que este legado permanezca al alcance de nuestros jóvenes para la posteridad.
Nuestros jóvenes y futuras generaciones deben saber que las libertades de que hoy disponen son fruto del sacrificio de nuestros héroes y mártires en el pasado y que en sus manos está ampliarla, y conservar estas conquistas para otras generaciones en la República Dominicana.
Estudiando a jóvenes como Wenceslao Guillén Gómez, han de descubrir que, además de ser valientes guardianes de la Libertad y de una democracia plena con oportunidades para todos, deben descansar sus esfuerzos en el afán de superación intelectual, la honestidad, el trabajo, Lealtad, solidaridad y los valores que forjan una sociedad y una nación.
(Este artículo fue publicado en el libro: A los 60 años: dos panfleteros de Santiago contra un régimen tiránico, en la página 230)