Su fallecimiento ha dejado un vacío irremplazable en el ámbito musical y científico, dejando tras de sí una vida dedicada al arte y al estudio
Valentina Garcia M.
La Vega, RD
El aire se llenó de una melodía silenciosa y triste en la ciudad de La Vega, cuando el doctor Luichi Morilla, virtuoso concertista de la Orquesta Sinfónica Nacional, dejó de tocar las notas de la vida. Su muerte, acaecida en la tarde de este lunes, dejó un profundo vacío en el corazón de aquellos que conocieron su arte y su dedicación incansable.
Según informaron sus seres queridos, el hogar del adiós será en la Funeraria Sagrado Corazón (Blandino), donde amigos, familiares y amantes de la música se reunirían para despedir al hombre que había hecho de las melodías su razón de ser.
El legado de Morilla no se limitaba a las partituras y a las salas de conciertos. Este virtuoso de la música llevaba consigo una historia familiar arraigada en la pasión por el arte sonoro.
A lo largo de tres generaciones, su linaje había dejado una huella imborrable en el panorama cultural de La Vega, desde la Academia hasta la emblemática Banda Municipal de Música.
Pero Luichi Morilla no solo era conocido por su destreza musical. Era un hombre polifacético, cuyos logros trascendían el ámbito artístico. Con una mente científica y un espíritu inquieto, había obtenido el título de doctor en Medicina Nuclear y se había destacado como ingeniero y ambientalista comprometido.
Hoy, mientras las notas del adiós se entrelazan con el viento, la ciudad de La Vega se sume en el luto. Las calles susurran su nombre y las melodías flotan en el aire, recordando al maestro que dejó su marca en el corazón de quienes tuvieron la suerte de escuchar su música y ser testigos de su pasión desbordante.
La música y el arte lloran la partida de un genio, pero su legado perdurará en cada acorde y en el recuerdo eterno de quienes amaron su arte.
