La tragedia despliega sus alas sombrías en la autopista Duarte, segando la vida de cinco personas

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Bajo el oscuro manto de una tarde trágica, el destino se tejió en los hilos frágiles del azar. Un autobús de Transporte Espinal convertido en tumba, la esperanza hecha añicos. Niños heridos, y 5 vidas perdidas.

Valentina Garcia

La Vega, RD

Un lúgubre destino se ciñó esta tarde sobre el tramo Guaco-La Vega de la imponente autopista Duarte, en la trágica jornada que ha dejado una huella indeleble en el corazón del Cibao. La vida y la muerte, danzando en un fatídico encuentro, dejaron como estela un saldo desgarrador.

Cinco almas partieron hacia la eternidad, abrazadas por las sombras de la desdicha. Tres mujeres y dos hombres, cuyas identidades aún se ocultan entre el velo de la incertidumbre, perdieron su existencia en el instante en que aquel peregrino autobús se convirtió en su trágico destino. Sin embargo, la muerte no sació su apetito voraz solo con ellos, sino que también dejó tras de sí una estela de dolor y desesperación.

En medio del caos, el Sistema 9-1-1 fue la voz que emergió del abismo, anunciando el rescate de aquellos que lograron sobrevivir al abismo de metal retorcido. Veintiocho personas, heridas y quebrantadas, fueron trasladadas de urgencia hacia un hospital, mientras sus cuerpos y almas intentaban hallar la calma entre el torbellino de sucesos.

Los testigos, convertidos en cronistas involuntarios de la tragedia, relataron la dolorosa secuencia de eventos que sellaron el destino de aquel autobús fatídico. Una yipeta Cherokee, negra, surgida del inframundo de la desatención y el descuido, cruzó el camino del conductor. La pérdida de control fue inevitable, y así, el vehículo de transporte de pasajeros se precipitó hacia la oscuridad de lo desconocido.

En respuesta a tan desgarrador suceso, los guardianes del orden y la seguridad se congregaron en el escenario de la desgracia. Agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) y miembros de la Comisión Militar y Policial del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones se unieron como sombras protectoras en medio de la tragedia.

La solidaridad también se hizo presente, encarnada en los voluntarios de la Defensa Civil y en los valientes miembros de diversos cuerpos de Bomberos, dispuestos a enfrentar la adversidad con coraje y entrega.

En el aire flota una tristeza profunda, una pena colectiva que envuelve la nación. Las almas que se despidieron en esta fatídica tarde se convierten en símbolos de una realidad que se repite demasiado a menudo en las entrañas de la autopista Duarte.

Un llamado silencioso se escucha entre las sombras de las víctimas: la necesidad imperante de que este trágico encuentro entre la vida y la muerte, el azar y la desgracia, encuentre finalmente una solución que evite futuros lamentos y llantos en la eternidad del asfalto.

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