En una manifestación con tintes de lucha épica, docentes de Santiago exigieron al Gobierno el cumplimiento de sus demandas laborales y educativas, en una jornada marcada por la pasión y la determinación.
Por Valentina Garcia
Santiago, República Dominicana. En una jornada teñida por el fervor del reclamo justo y la esperanza de un mañana mejor, los docentes de Santiago se congregaron frente a la regional de Educación para exigir, con la fuerza de sus palabras y la firmeza de sus convicciones, el cumplimiento de un pliego de demandas que abraza no solo sus intereses laborales, sino el futuro de la educación en la región.
Convocados por la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), los representantes de las 10 seccionales provinciales se unieron en una protesta que resonó con la fuerza de un llamado ancestral. Bajo un cielo nublado, Miguel Jorge, líder indiscutible de la ADP en Santiago, tomó el micrófono con la solidez de un guerrero en el campo de batalla, para exponer las carencias que ahogan el sistema educativo.
La lista de demandas, tallada con la tinta de la necesidad y la justicia, reclama un aumento salarial del 20%, un desayuno escolar que nutra no solo los cuerpos, sino también los sueños de los niños, infraestructuras escolares dignas de un país que aspira a la grandeza, y la presencia indispensable de un personal docente y tallerista que guíe a las futuras generaciones con sabiduría y pasión.
Pero más allá de las palabras, el grito de los docentes resonó con la fuerza de la historia no contada, con la carga de aquellos compromisos que el tiempo se empeña en olvidar. La movilización, tejida con el hilo de la memoria y el descontento, responde al incumplimiento flagrante de un acuerdo sellado entre la ADP y el Gobierno en el año 2023, un pacto que yace hoy en el abismo de las promesas rotas.
Frente al imponente edificio presidente Antonio Guzmán Fernández, conocido entre los manifestantes como "El Huacalito", los docentes levantaron sus voces con la firmeza de quien sabe que su causa es justa y necesaria. Entre cantos de protesta y consignas de lucha, se erigió un muro invisible pero poderoso, forjado con la convicción de que la educación es el cimiento sobre el cual se construye el destino de una nación.
Así, entre el fragor de la protesta y la promesa de un futuro más justo, los docentes de Santiago escribieron una página más en la crónica de la lucha por una educación digna. En cada pancarta ondeando al viento, en cada voz alzada en un grito de esperanza, se escribe la historia de un pueblo que se niega a ser silenciado, que reclama con fuerza su derecho a un futuro luminoso, donde la educación sea el faro que guíe el camino hacia la grandeza.