Alfredo Cruz Polanco: Otra vez el tema de la enseñanza de la Moral y Cívica

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La enseñanza de moral y cívica es vital para frenar el deterioro social que afecta a la República Dominicana.


Por Alfredo Cruz Polanco

alfredocruzpolanco@gmail.com

“Educa a los niños y no tendrás que castigar a los hombres.”
— Pitágoras de Samos

Una vez más, el tema de la enseñanza de la asignatura Moral y Cívica ha regresado al debate público, lo cual aplaudo y celebro, como tantas otras veces lo he hecho. Sin embargo, lamentablemente, los intentos anteriores han fracasado.

Durante mi gestión como diputado por la provincia La Vega, en el período 2002-2006, una de las primeras iniciativas legislativas que sometí fue un proyecto de ley que instruía a la entonces Secretaría de Estado de Educación —hoy Ministerio de Educación— a impartir esta materia tanto en las escuelas públicas como en los colegios privados, desde el primer grado de primaria hasta el cuarto de secundaria.

Pese a que fue agendado en la Cámara de Diputados, y ampliamente promovido en medios de comunicación, instituciones académicas y universidades de prestigio, como la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), a través de la educadora e historiadora Mukien San Ben y la señora Sarah Guílamo, el proyecto no prosperó. Aunque fue bien recibido por la sociedad, perimió tras varias legislaturas. Al parecer, una propuesta de tanta magnitud e importancia nacional no resultaba conveniente para ciertos sectores.

Cuando el señor Roberto Fulcar asumió como ministro de Educación, anunció con entusiasmo la introducción de la enseñanza de Moral y Cívica en las aulas, así como el requisito de memorizar el Himno Nacional completo para poder graduarse. Fui de los primeros en celebrar tales propuestas. Sin embargo, su gestión terminó sin que se implementaran estos planes. Todo quedó en promesas incumplidas.

El nuevo ministro, Luis Miguel De Camps, ha retomado la idea de incorporar una educación en valores, lo cual apoyo con entusiasmo. Le sugiero que también incluya educación vial, dado el alto número de accidentes de tránsito y las frecuentes violaciones a las leyes correspondientes. Le deseo el mayor de los éxitos. Este es un proyecto de nación que merece el respaldo de todos, pues el país se nos escapa de las manos.

Quienes nacimos en los años cincuenta fuimos privilegiados con una educación integral, incluso en las zonas rurales más remotas. Además de las asignaturas fundamentales —Matemáticas, Lengua Española, Ciencias Naturales y Sociales— se nos impartía Moral y Cívica como parte esencial de nuestra formación.

Hasta finales de los años setenta, los profesores, tanto de escuelas públicas como privadas, eran íntegros y comprometidos. Se dedicaban con esmero a enseñarnos valores morales, familiares, patrióticos y espirituales, los cuales hoy están prácticamente ausentes.

Nos educaban en el respeto al medio ambiente y los recursos naturales; los derechos y deberes ciudadanos. Hoy en día, muchos exigen derechos sin asumir las obligaciones correspondientes.

Aprendimos cómo comportarnos en sociedad, a respetar a los mayores, a las autoridades, a nuestros padres; a seguir normas de urbanidad, practicar buenos modales, higiene personal, cortesía, responsabilidad, honestidad, decencia, y la vocación de servicio público. Se nos inculcaba que al Estado se va a servir, no a servirse.

También se fomentaba la defensa de la soberanía nacional, el idioma, los valores y los símbolos patrios. Se nos formaba como ciudadanos ejemplares.

En aquella época, la educación pública era de calidad. No existía una gran diferencia con la privada; incluso, en muchos casos, un estudiante egresado de una escuela pública estaba mejor formado que uno de un colegio privado. Claro está, la formación escolar se complementaba con la educación que se recibía en el hogar.

Nací y crecí en un campo de Santiago de los Caballeros. Realicé todos mis estudios en escuelas públicas, desde la primaria hasta la secundaria. Y puedo afirmar, con conocimiento de causa, que la eliminación de la asignatura Moral y Cívica del currículo escolar ha tenido consecuencias nefastas.

Desde entonces, hemos visto un preocupante deterioro de valores: aumento de la violencia, irrespeto a la Constitución, a la soberanía nacional, a los símbolos patrios, al medio ambiente y a los recursos naturales; incremento de la delincuencia, irresponsabilidad paternal, corrupción pública y privada, violencia intrafamiliar, falta de transparencia, afán desmedido de enriquecimiento, impunidad, saqueo de los ríos y deforestación.

También hemos sido testigos del irrespeto a nuestras sanas costumbres, la pérdida de las buenas maneras, la falta de rendición de cuentas y la ausencia de consecuencias frente al delito.

El desarrollo de un país no se mide únicamente por indicadores económicos. Se mide también por el nivel educativo, científico, cultural, moral y cívico de su gente, así como por la calidad del sistema de salud y el bienestar social.

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