Santiago despierta bajo el embrujo del fútbol femenino

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En Santiago, bajo un cielo cargado de augurios, la vicepresidenta dominicana y los directivos de la FIFA verán cómo el Mundial Sub-17 Femenino desatará su hechizo, dejando al Caribe y a la República Dominicana marcados por la eternidad del fútbol.

Por Valentina Garcia

Santiago de los Caballeros, una ciudad habitualmente sumida en su trajín cotidiano, parece retener el aliento este miércoles que promete convertirse en leyenda. Los vientos caribeños traen consigo no solo el aroma del café y las frutas tropicales, sino también los ecos de risas juveniles y la vibración de miles de corazones que aguardan con ansias el pitido inicial.

Con la solemnidad de quien sabe estar en presencia de algo monumental, la vicepresidenta Raquel Peña descenderá de su vehículo oficial, seguido de autoridades de la FIFA. Los flashes de las cámaras iluminarán su llegada, pero será como si Santiago mismo brille desde dentro, consciente de que este 16 de octubre quedará grabado en la historia de la nación. No se trata solo de fútbol; se trata del despertar de un sueño largamente acariciado.

Cuando el reloj marque las siete de la noche, el Estadio Cibao FC, ubicado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, será el epicentro de una celebración que por primera vez verá a la República Dominicana como anfitriona del Mundial Sub-17 Femenino. Los árboles que rodean el estadio parecen inclinarse, reverentes, ante la expectación de la apertura de esta octava edición del torneo, donde 336 jóvenes de todo el mundo no solo vendrán a competir, sino a entretejer lazos que trascienden fronteras y distancias.

Durante las próximas tres semanas, del 16 de octubre al 3 de noviembre, Santiago y Santo Domingo se convertirán en los escenarios de 32 partidos, y cada uno de ellos será una pequeña odisea, un cuento de hadas para las niñas que correrán tras el balón con una pasión capaz de mover montañas. Será un espectáculo nunca antes visto en estas tierras, y en cada rincón se respira un aire distinto, una mezcla de orgullo, esperanza y algo de incredulidad.

El equipo dominicano, bajo la batuta de la entrenadora Betzaida Ubri, ha entrenado con fervor durante meses, como quien pule una joya hasta hacerla brillar en su máximo esplendor. Catorce módulos de preparación no son meras sesiones de entrenamiento, sino capítulos de una historia que culmina en este mundial, el primero en el que las dominicanas tendrán el honor de representar a su país.

El pitido del árbitro que marcará el inicio del partido inaugural contra Ecuador será más que una señal para comenzar el juego; será un grito de vida, un renacer de la República Dominicana en el mapa del fútbol mundial. Junto a Ecuador, Nigeria y Nueva Zelanda, completan el Grupo A, y cada encuentro será un reto, una montaña por escalar. Sin embargo, para estas jóvenes dominicanas, no hay mayor motivación que la de mostrarle al mundo que el fútbol femenino en su tierra es más que un deporte: es una promesa de futuro.

En la alineación del equipo dominicano, nombres como Jaylene Rondón, Livia De León y Marcela Zimbrón se preparan para escribir las primeras líneas de una epopeya que inspirará a generaciones. Las porteras, defensoras, mediocampistas y delanteras serán no solo jugadoras, sino heroínas que llevarán sobre sus hombros la esperanza de un país que, por primera vez, mira al fútbol femenino con la ilusión de quien ve una estrella brillar en medio de la noche.

La magia que se desata en Santiago en este día es un tributo a la tenacidad, a la fe en los sueños imposibles. Porque, al final, este mundial no será solo una competencia deportiva. Es la confirmación de que el corazón de un país pequeño puede latir con la fuerza de los más grandes, y que, en las piernas de estas jovencitas, correrá no solo el balón, sino el futuro del fútbol femenino dominicano. Y con cada gol, cada pase, cada esfuerzo, una nueva página de gloria comenzará a escribirse en la memoria de la patria caribeña.

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