Entre turistas confundidos y residentes preocupados, autoridades mantienen bandera roja en todo el litoral mientras el ciclón sacude el Caribe con lluvias y viento.
Por John Santos
Puerto Plata, República Dominicana. — La arena de Cabarete, que en un domingo normal estaría cubierta de surfistas y vendedores de coco, permanecía desierta. Solo las huellas de los socorristas patrullando la orilla recordaban que el mar seguía allí, agitado y furioso, bajo la advertencia roja que ondea en toda la costa norte por el huracán Erin.
“Yo vine con mi familia desde Santiago para disfrutar del día en la playa, pero nos encontramos con esto”, dijo Manuel Rosario, mientras señalaba el cartel que prohíbe el baño en Sosúa. “Entiendo la medida, pero muchos turistas no lo saben y llegan aquí sin imaginar el peligro”.
El contraste era evidente. En la carretera desde Santiago, varios autobuses repletos de pasajeros avanzaban hacia el litoral, ajenos a la prohibición. Algunos llegaban hasta la orilla y se encontraban con socorristas que los persuadían de regresar.
Según Wascar García, director provincial de la Defensa Civil, no hay margen de negociación: “El baño en ríos y playas está prohibido. La seguridad está por encima de todo”. A su lado, voluntarios desplegaban cuerdas y cintas amarillas en accesos a ríos y balnearios populares.
El huracán Erin, degradado a categoría tres, mantiene vientos sostenidos de 125 millas por hora y avanza hacia el noroeste, según el Centro Nacional de Huracanes (NHC). Aunque su ojo sigue en el Atlántico, las bandas externas golpean el norte de la isla con lluvias intermitentes, oleaje anormal y fuertes corrientes de resaca.
“Anoche no pudimos dormir tranquilos”, confesó Mercedes Altagracia, residente de San Felipe, cuya casa está a menos de 200 metros de la playa. “El sonido del mar era como si estuviera dentro de la sala. Cada ola parecía más grande que la anterior”.
En Santiago, donde el cielo permanecía encapotado, brigadas municipales y voluntarios retiraban escombros de ríos y cañadas para prevenir desbordamientos. Francisco Arias, director de la Defensa Civil en la provincia, confirmó que la ciudad se mantiene en sesión permanente.
La incertidumbre pesa tanto como el viento. En el malecón de Puerto Plata, un grupo de turistas alemanes observaba el oleaje con cámaras en mano, sin comprender las advertencias. Uno de ellos preguntó en inglés si “realmente era tan peligroso como parecía”. La respuesta de un socorrista fue breve: “Más de lo que usted puede imaginar”.
Por ahora, la costa norte se aferra a la prudencia. Las playas seguirán cerradas hasta nuevo aviso, mientras el país observa el errático rumbo de Erin y espera que el mar, algún día pronto, vuelva a calmarse.