Vecinos de La Canela, Hato del Yaque y Dajabón denuncian humaredas persistentes y falta de acción oficial tras reiterados incendios
Por John Santos
Santiago, República Dominicana — Una densa humareda, mezcla de fuego y desidia institucional, cubre nuevamente los cielos del norte dominicano. Los vertederos a cielo abierto que operan en los distritos municipales de La Canela, Hato del Yaque y en el municipio fronterizo de Dajabón se han convertido, otra vez, en focos de incendios fuera de control que amenazan la salud de miles de residentes del Cibao.
Desde el lunes, los vecinos de La Canela viven atrapados en sus casas mientras el humo se cuela por ventanas y puertas. “El fuego no ha parado, y nadie viene a controlarlo”, denuncia un residente a medios locales. El origen de las llamas sigue sin esclarecerse, aunque comunitarios aseguran que se trata de fuegos provocados, sin que hasta ahora haya responsables identificados.
La historia se repite. En lo que va de año, el vertedero de La Canela ha sido incendiado al menos en dos ocasiones anteriores, la más reciente el pasado 7 de abril. A pesar de las protestas y advertencias de las autoridades distritales, la respuesta estatal ha sido limitada. Mientras tanto, la población respira humo y espera soluciones.
En la campaña presidencial, Luis Abinader prometió eliminar todos los vertederos a cielo abierto e implementar un modelo nacional de reciclaje. Sin embargo, los vecinos lamentan que tales compromisos no hayan pasado del discurso.
En Dajabón, el panorama no es mejor. La madrugada del domingo, un incendio consumió parte del nuevo vertedero municipal de La Patilla, destruyendo una nave destinada al almacenamiento de materiales reciclables. Las pérdidas superan los 10 millones de pesos, según el alcalde Santiago Riverón. El fuego, que habría sido causado por las elevadas temperaturas, dejó al descubierto la fragilidad de la infraestructura local ante una emergencia.
Un equipo técnico de los bomberos, en conjunto con otras entidades, trabaja en determinar las causas del siniestro. Mientras tanto, las llamas en el norte dominicano siguen devorando más que basura: también consumen la esperanza de comunidades enteras.