La costumbre de culpar al gobierno anterior

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Por Alfredo Cruz Polanco 

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"El sol quema con la misma luz con que alumbra. El sol tiene manchas. Los agradecidos ven la luz. Los desagradecidos ven las manchas." — José Martí.

Han transcurrido cinco años desde el inicio de la actual administración gubernamental en la República Dominicana y, salvo contadas excepciones, tanto el presidente Luis Abinader Corona como funcionarios de distintos niveles mantienen un discurso recurrente: culpar a la pasada gestión del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) de sus fracasos y de la falta de soluciones a problemas críticos. Entre ellos, la insalubridad, la escasez de aulas y maestros en las escuelas públicas, la deficiencia en el suministro de agua potable y energía eléctrica, la inseguridad social y ciudadana, el desempleo, el caos en el transporte, el alto costo de los productos básicos, la quiebra del Banco Agrícola, el deterioro ambiental, entre otros. Problemas que, por falta de capacidad, gestión o visión, no han logrado resolver.

Los funcionarios públicos son elegidos o designados para atender los problemas más urgentes de la ciudadanía y para impulsar el desarrollo en las instituciones que encabezan. Así lo resumía un recordado lema de campaña: "para que continúen haciendo lo que se hizo bien, para que hagan lo que nunca se ha hecho y para que corrijan lo que está mal". No para instalarse en un eterno "muro de las lamentaciones", criticando sin cesar a sus predecesores. Hoy, cada improvisación fallida, cada error y cada incapacidad de resolver se justifica señalando a la administración anterior.

En cualquier gobierno, dentro y fuera del país, siempre hay luces y sombras. Sin embargo, en esta gestión predomina la inclinación a resaltar únicamente las sombras del pasado, ignorando los logros. Esa omisión no solo es mezquina, sino que evidencia una falta de visión. Un funcionario debe ser un gerente capaz de generar soluciones para los problemas heredados y los que surgen en su mandato. Para eso se producen los cambios en la administración pública.

Ejemplos sobran. Obras de infraestructura y servicios encontradas al inicio de este gobierno fueron duramente criticadas, pero el tiempo se ha encargado de revalorizarlas. Tal es el caso de la central termoeléctrica Punta Catalina I y II. Sin ellas, el país estaría hoy sumido en la oscuridad. Sin embargo, por falta de planificación y mantenimiento, su funcionamiento estuvo en riesgo en esta misma gestión. Hoy, el propio gobierno que la desacreditó la promociona como una inversión correcta y necesaria.

Otro ejemplo es el Metro de Santo Domingo, obra aclamada y reconocida por su utilidad. Pese a las críticas iniciales, esta administración se ha visto obligada a extenderlo hasta Los Alcarrizos, aunque con errores en su ejecución. La tanda extendida y la construcción masiva de aulas en la gestión anterior también marcaron un avance significativo, mientras que en la actual peligra el año escolar por la falta de espacios para miles de estudiantes. Igual ocurrió con túneles y elevados que en su momento fueron condenados, pero que hoy son imprescindibles.

La experiencia personal refuerza la lección. En 1996 fui designado gobernador civil y provincial de La Vega, proveniente del sector privado y sin experiencia en la administración pública. La presión era alta: reparar caminos vecinales y ejecutar obras sociales. El Distrito de Obras Públicas local contaba con una sola máquina motoniveladora, inutilizada por falta de neumáticos. En el ministerio me informaron que no había presupuesto y que buscara una solución por mi cuenta. Fue un golpe de realidad, pero decidí actuar: gestioné un juego de neumáticos a crédito a mi nombre y reactivamos el trabajo. Entendí que mi función no era quejarme ni culpar al pasado, sino resolver.

Esa es la esencia de la gerencia pública: buscar soluciones, no excusas. Gobernar mirando por el retrovisor solo conduce a un mismo destino: el estancamiento.

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