Cuando la pobreza y la deshumanización se confabulan contra una madre dominicana

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Una denuncia sobre el drama de una madre pobre que, tras dar a luz en un hospital público, clama por la entrega de su segunda hija gemela

Por Ramón Antonio Negro Veras

La señora Ysela Carmona Montaño (Gisela), estando embarazada y en condición de pobreza, acudió a un hospital público en busca de atención médica. Varias sonografías confirmaron que su embarazo era gemelar.

Sin embargo, tras el parto, únicamente le fue entregada una de las criaturas. A pesar de su insistencia en que dio a luz a dos niñas, solo una fue reconocida oficialmente.

Las imágenes sonográficas realizadas durante el embarazo no dejan lugar a dudas: la señora Gisela Carmona llevaba en su vientre dos bebés. No hay espacio para la vacilación ni la ambigüedad.

Desde antes de su embarazo, la señora Carmona Montaño vivía una situación de extrema dificultad. La pobreza ha limitado su existencia, cercenando sus derechos y su bienestar.

Su condición la condujo inevitablemente a un hospital público, donde fue tratada como una persona desamparada, afligida y olvidada por el sistema.

Un conjunto de circunstancias ligadas a la necesidad más apremiante ha sido el caldo de cultivo de los sufrimientos que hoy enfrenta esta madre.

La sociedad dominicana descansa sobre un sistema económico que niega la felicidad a los más vulnerables, como es el caso de la señora Carmona. Ella representa a los que la miseria condena al olvido.

En un Estado deshumanizado como el nuestro, no se garantiza ni el nacimiento digno ni la permanencia con vida de los pobres. El caso de Gisela Carmona lo evidencia de forma dolorosa.

A la moral del sistema que predomina en nuestro país no le interesa el sufrimiento de una madre pobre. Sus principios éticos están cimentados en lo infame, lo cruel, lo malévolo y lo vil.

La señora Gisela Carmona ha sido víctima del orden social que le ha tocado vivir, y este la ha llevado a padecer la pérdida de una de sus hijas gemelas, cuya ausencia aún no tiene explicación oficial ni humana.

El entramado sistémico que se organizó —o toleró— para que Ysela Carmona no tenga consigo a su otra hija es una conjura despreciable, una afrenta a la dignidad humana y a la justicia social.

Lo ocurrido es propio de una sociedad en decadencia: carente de alma, endurecida de corazón, cruel en sus entrañas y desprovista de compasión.

De esta tragedia derivan consecuencias diversas, entre ellas la perpetuación de la pobreza, la indiferencia del Estado, la carencia de conciencia cívica y solidaria, y la frialdad de amplios sectores sociales.

La sociedad dominicana, como cuerpo colectivo, debe detenerse a reflexionar si está actuando conforme a los principios del humanismo. Lo que se percibe es una comunidad impasible, distante, apática e indolente.

En un entorno donde los pobres abundan y el gobierno central los ignora sistemáticamente, se necesitan mujeres y hombres solidarios, comprometidos con la lucha social y la justicia.

El clamor de la señora Ysela Carmona Montaño para que le entreguen a su hija perdida debe despertar en nosotros un sentido de ciudadanía, civismo, humanidad y compasión.

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