Ante los invaluables beneficios que reporta una sostenibilidad basada en el desarrollo espiritual, político y social, el Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD) considera que esta meta esencial nos convoca a todos, sin excepción. Aun en medio de un mundo marcado por preocupantes niveles de fragilidad, sus fortalezas siguen siendo mayores que sus debilidades.
Esta realidad nos exige orientar nuestras vidas y el accionar institucional hacia el fortalecimiento de las bondades que existen en nuestras sociedades y Estados. Solo así podremos avanzar con paso firme hacia el progreso y el desarrollo, guiados por principios cristianos y por una ética basada en valores sólidos y universales.
Tales principios deben ser acogidos no solo por quienes profesan la fe cristiana, sino también por todos aquellos que desean promover una conducta social armónica y transformadora. Se trata de actuar conforme a las enseñanzas de Dios, tomando como columna central a Jesucristo. Él representa no solo la luz del camino espiritual, sino también el modelo de una visión renovadora para las familias, las comunidades y cada ser humano.
El objetivo es claro: forjar un mundo más justo, esperanzador y luminoso para las generaciones presentes y futuras.
Este llamado adquiere aún más valor ante los cambios que urgentemente necesitamos para alcanzar la paz y la felicidad colectivas. El pensamiento y la acción que Dios nos propone a través de Cristo —y que reflejan quienes viven según sus enseñanzas— son faros de luz y guías fundamentales. Son también canales para practicar el amor, la dignidad y la honestidad, elementos esenciales para crear entornos que nos dignifiquen como sociedad.
Pautas esenciales del CRD:
Con miras a alcanzar estas metas ineludibles, el CRD subraya que, para lograr una sociedad ejemplar, debemos asumir como principio fundamental el mandamiento de Jesucristo: amar al prójimo y acogerlo como amigo. Él nos invitó sin condiciones a formar parte de su círculo más cercano, tal como lo hizo con los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, y con los hermanos de Betania: Lázaro, Marta y María.
Estas enseñanzas, valoradas por el CRD como esenciales, representan el camino hacia la construcción de sociedades sólidas y naciones con objetivos firmes y duraderos. Este sendero, señalado por Dios a través del Mesías, no solo nos ofrece la redención, sino también un nuevo mandamiento: el amor. Un amor que sella la verdadera paz y felicidad, y que garantiza el desarrollo integral que todos anhelamos.
Ese mismo camino queda claro en el Evangelio, cuando Jesucristo dice: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando”. Esto implica que, para ser parte de su reino, debemos amar como él nos ha amado, con humildad y nobleza de corazón.
Por eso, el CRD señala que, para encarnar las conductas ejemplares de Jesucristo y de quienes viven conforme a sus enseñanzas, no basta con un amor emocional. Se requiere un amor comprometido: de entrega, sacrificio y fidelidad, vivido plenamente en nuestras familias e instituciones, sustentado en virtudes que dan sentido a nuestra existencia.
Con este norte irrenunciable, el CRD afirma que cada persona debe proponerse como objetivo principal vivir conforme a los principios establecidos por Dios a través de Jesucristo, y seguir el ejemplo de quienes encarnan una vocación de bien y amor fraterno. Así, podremos amar al prójimo como a nosotros mismos, romper las barreras que frenan a las familias, a las sociedades y a los Estados, y construir juntos un mundo en armonía, alimentado por la justicia social y una paz duradera.
Autores:
Doctor Jaime Antonio Marizán Santana, director general de las Unidades de Planificación y Proyectos del Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD), abogado, empresario y experto en planificación y desarrollo. Correo: [email protected]
Licenciado Francisco Calderón Hernández, Secretario General del Consejo de Directores del Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD), abogado, empresario y consultor. [email protected]