Bloqueo al agua y a la verdad: una denuncia desde El Naranjo

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Sacerdotes y campesinos evidencian acciones de la minera Barrick que afectan el Arroyo El Naranjo, mientras se encubre la contaminación de comunidades en Sánchez Ramírez.

Por el padre Ramón Niño Ramos

Sánchez Ramírez, República Dominicana.- El lunes 14 de julio de 2025, un grupo conformado por tres sacerdotes, cinco jóvenes y dos hermanos del campo realizamos una visita al Campamento en El Naranjo con un propósito profundamente simbólico y espiritual: bendecir las aguas del Arroyo El Naranjo, elevando una oración a Dios para que haga justicia en favor de los más desposeídos y maltratados de esta provincia, especialmente los campesinos afectados por la contaminación generada por la Presa de Colas del Yagal.

Nuestra visita fue anunciada a través de la radio, programas locales y mensajes dirigidos a las comunidades del campo. Partimos desde Santiago a las 6:30 a. m. y, en pleno trayecto, nos informaron que representantes de la empresa Barrick, en coordinación con el Ministerio de Educación, habían convocado a una reunión urgente con los padres de los estudiantes del lugar para las 9:00 a. m. Entendimos de inmediato que se trataba de un intento de boicot para impedir que los campesinos nos acompañaran. Sin embargo, decidimos seguir adelante con nuestra misión.

Al llegar al Campamento, apenas descansamos unos minutos antes de dirigirnos a la cabecera del arroyo. Allí, bajo el ensordecedor ruido de la maquinaria de la Barrick en operación, los tres sacerdotes nos revestimos con nuestros hábitos y realizamos la bendición del agua, firmes en nuestra fe y compromiso.

Tras la ceremonia, notamos río arriba un conjunto de rocas que claramente habían sido colocadas con un propósito. Al acercarnos, observamos a tres trabajadores de la Barrick fotografiándonos a la distancia. Fue entonces cuando descubrimos lo que denunciamos hoy: una serie de bloqueos artificiales construidos con piedras en al menos tres puntos a lo largo de menos de 200 metros del arroyo, además de un cuarto obstruido con palos. Estas acciones han reducido drásticamente el caudal de agua, afectando a comunidades que dependen de este recurso vital.

Las piedras utilizadas, según constatamos, provienen de la misma mina y están contaminadas con residuos de cianuro y otros metales pesados. Es decir, el agua no solo está siendo limitada, sino también envenenada desde su nacimiento.

Aquel mismo día, Barrick publicó un artículo en El Nacional digital titulado “Barrick Pueblo Viejo refuerza medidas de control de erosión y sedimentos en El Naranjo”, en un evidente intento de adelantarse a nuestra denuncia. Por ello, me veo en la obligación de decir públicamente la verdad: nos están mintiendo, tanto al pueblo dominicano como al Gobierno.

Desde mi fe y mi compromiso con la vida, lanzo un llamado a las autoridades y al pueblo: si desean ver con sus propios ojos esta realidad, estoy dispuesto a guiarlos. No puedo callar. La Palabra de Dios es clara: “No mentirás”. Y como sacerdote, tengo el deber de denunciar lo que está ocurriendo.

Estamos siendo envenenados. Nuestras tierras, nuestras aguas y nuestro aire están siendo contaminados de forma sistemática. En el Cibao debemos prepararnos para una muerte lenta por cánceres y enfermedades derivadas de esta contaminación minera. Los campesinos están siendo expulsados de sus tierras, forzados a reubicarse en lugares inhumanos, alejados de sus árboles, ríos y costumbres. Lo que se les ofrece no es una nueva vida, sino un cementerio para los vivos.

A los hermanos de San Juan y del sur del país, les ruego que no permitan jamás la instalación de una minera en la Cordillera Central. Sería una sentencia de muerte. Y si es necesario salir a defender nuestra vida con un machete en la mano, como lo hicieron nuestros antepasados, que así sea.

¡Por la vida, por la verdad y por la justicia, no podemos callar!

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